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miércoles, 9 de marzo de 2016

MUERTE DE JESÚS

La muerte de Jesús


Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, 

que significa «lugar del Cráneo», le dieron 

de beber vino con hiel. El lo probó, pero 

no quiso tomarlo.

Pilato redactó una

 inscripción que decía:

Jesús el Nazareno, rey

 de los judíos", y la 

hizo poner sobre la

cruz. Muchos judíos 

leyeron esta

inscripción, porque el

lugar 

donde Jesús fue

crucificado quedaba cerca

de la ciudad y la inscripción estaba en

hebreo, latín y griego. Los sumos 

sacerdotes

de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas:

El rey de los judíos". sino: "Este ha dicho: 

Yo soy el rey de los judíos"». Pilato 

respondió: «Lo escrito, escrito está».

Después de 

crucificarlo,

los soldados 

sortearon sus 

vestiduras y se

las repartieron; y 

sentándose allí, se 

quedaron para

custodiarlo. 

Colocaron 

sobre su cabeza 

una

 inscripción con el

motivo de su condena: «Este es Jesús, el 

rey de los judíos». Al mismo tiempo,

fueron crucificados con él dos ladrones,

uno a su derecha y el otro a su izquierda. 

Los que 

pasaban, lo 

insultaban y

moviendo la 

cabeza

decían:

«Tú, que

destruyes el 

Templo y en

tres días lo

vuelves a edificar,

 ¡sálvate a ti mismo, si 

eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!». De la

misma manera, los sumos sacerdotes

junto con los escribas y los ancianos, se

burlaban, diciendo: «¡Ha salvado a otros

 y no puede salvarse 


a sí mismo! Es rey

de Israel: que 

baje ahora de la


cruz y


creeremos en él.

Ha confiado en

Dios; que

él lo libre ahora si 

lo ama, ya que él 

dijo:

«Yo soy Hijo de Dios». También lo 

insultaban los ladrones crucificados con él.

Desde el mediodía hasta las tres de la

tarde, las tinieblas cubrieron toda la

región. Hacia las tres de la tarde, Jesús

exclamó en 

alta voz: «Elí,

 Elí, lemá

sabactani»,

que significa:

«Dios mío,

Dios mio,

¿por qué 

me has

abandonado?»

Algunos de los que se encontraban allí, al

oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías». En

seguida, uno de ellos corrió a tomar una 


esponja, la enpaparon


 en vinagre y,

poniéndola en la 

punta de una caña, le

dio de beber. Pero 

los otros le decían:

«Espera, veamos si 

Elías viene a salvarlo»

Entonces Jesús, 

clamando otra vez con

voz potente, entregó 

su espíritu.




















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