Muerte de Lázaro
Jesús
se encontraba a menos de un día de viaje de Jerusalén, fuera de los confines de
Judea. Cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros, está Betania, lugar donde
vivían Lázaro, Marta y María, los amigos del Señor. Lázaro estaba gravemente
enfermo en Betania; María y su hermana Marta le cuidan con la
natural congoja y preocupación. María era la que ungió al Señor con perfume y
le secó los pies con sus cabellos, su conversión había sido tan profunda que
Jesús la alabó ante la inquietud en el servicio de MartaLas hermanas saben donde está Jesús, protegido de las persecuciones de los judíos. Lo saben, pero su fe es tan grande y su angustia tan honda, que se atreven a pedir a Jesús que acuda a curar a su hermano; por eso "le enviaron este recado: Señor, mira, aquel a quien amas está enfermo".
La delicadeza y la urgencia se unen en la petición. Saben que Jesús se expone a peligros, pero saben también que Él es poderoso; además, quiere a Lázaro con una amistad especial, que no puede hacer oídos sordos a la curación posible, como en tantos otros que ni siquiera eran amigos.
Al oírlo, dijo Jesús: Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, a fin de que por ella sea glorificado el Hijo de Dios"(Jn). Las enfermedades y muertes humanas, si son llevadas con amor de Dios, son ocasión de mejora, son un paso a un amor mejor y una vida más alta.
¿Por qué ese tiempo? Porque los judíos embalsamaban los cuerpos de los difuntos para que no se corrompiesen,durante tres días; no más. Era un detalle de caridad con el difunto, leve, pero entrañable; no buscaban, como los egipcios, la permanencia del cuerpo en la tumba por tiempos largos,incluso siglos.
Jesús quería que hubiese constancia ante todos que Lázaro estaba realmente muerto. La hija de Jairo estaba recién muerta, y el hijo de la viuda de Naím aún no estaba enterrado. Alguno podía dudar de su muerte real.
Pero Lázaro estaba
enterrado y habían pasado los tres días de reposo preceptivo.
Los judíos
visitan a Marta y María
Jesús
al llegar, encontró que Lázaro estaba sepultado ya desde hacía cuatro días. Muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María para consolarlas por su hermano. El ambiente está lleno de testigos y ocurría como en los entierros de las personas destacadas:
las personas destacadas: muchos van por sincero afecto, y otros por conveniencias, como una obligación social. Era conocido que los tres hermanos eran discípulos de Jesús, pero, a pesar de la excomunión decretada, no les molestaban por su posición social, y porque la adhesión a Jesús no comportaba manifestaciones externas.
Se puede decir que todo seguía como siempre, aunque dentro de ellos, todo fuese distinto.
Resurrección de
Lázaro
"Jesús
conmoviéndose de nuevo, fue al sepulcro. Era una cueva tapada con una piedra.
Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, la hermana del difunto, le dijo: Señor, ya hiede, pues lleva cuatro días"(Jn). Parece que la buena hermana ha olvidado la fe
con la que pedía el milagro al entrar en contacto con la cruda realidad. Le dijo Jesús: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Quitaron entonces la piedra". La operación es lenta; se hace el silencio, todos se agolpan en el lugar. Entonces, Jesús reza al Padre en voz alta:"levantando los ojos a lo alto, dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sabía que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la multitud que está alrededor, para que crean que Tú me enviaste"Esta es la petición: que crean porque así
entrarán en la vida de amor en Dios, y de una manera mayor que todas las anteriores les va a poner delante de sus ojos incrédulos aquel signo que exigen. "Y después de decir esto, gritó con fuerte voz: ¡Lázaro, sal afuera! Y el que estaba muerto, salió atados los pies y las manos con vendas, y el rostro envuelto con un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle andar" Todos quedan paralizados por el milagro. Y lo ven los que creen, los que dudan y los que no creen. Todos pueden certificar la muerte, todos la han llorado, han acudido al entierro, han experimentado el olor de cadáver y la sorprendente salida de la tumba sincaminar,
ceñido por las vendas, sanado, vivo, mirando sorprendido a los que le contemplan con estupor. Abre Lázaro la puerta de la vida por segunda vez ante la mirada atónita de la nube de testigos. Y se encuentra ante la mirada alegre, y aún llorosa, de su gran amigo, de Jesús, el Mesías Salvador, el Hijo de Dios viviente entre nosotros.
Y a él le ha dado la
vida en el alma y en el cuerpo. Y esa vida fluye como la sangre por las venas,
con un amor y un agradecimiento que nunca había experimentado.
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